David Ruiz David Ruiz

Liderazgo humanista, inteligencia artificial y Ernest Sackleton.

 ¿Qué tenía Ernest Shackleton para salir indemne con los 28 hombres a su cargo, de las circunstancias extremas que sufrieron durante dos años, al quedar atrapado el Endurance, en los hielos de la Antártida en 1915? ¿Cómo hizo para mantener a su tripulación unida y motivada durante tanto tiempo en lo que ha sido uno de los episodios de supervivencia humana más notables de la historia?

    Probablemente Shackleton, llegó a este mundo con unas capacidades innatas que lo predisponían a convertirse en uno de los grandes ejemplos de liderazgo de nuestro tiempo.

    ¿El líder nace o se hace?

     Todo parece indicar que cualquiera de nosotros puede aprender y cultivarse en el liderazgo humanista, pero me cuestiono algunas cosas. De entrada, diría que algunos juegan con ventaja y probablemente otros jamás lo conseguirán por mucho que se apliquen. Pienso que tiene que ver con el nivel de consciencia y autoconocimiento de cada uno.   

    Podemos saber que es la empatía y cuáles son los beneficios al poseerla, pero ¿podemos aprender a ser empáticos si no lo somos? ¿Podemos aprender a sentir diferente a lo que sentimos por naturaleza? Seguramente la humildad se aprende, pero algunos ya llegan a este mundo predispuestos a ella y otros jamás llegarán a ser humildes porque su grado de soberbia es muy alto. El optimismo es una característica recurrente de los grandes líderes, también el sentido del humor. Ambas cualidades son esenciales para transmitir buena energía y crear un entorno sano y prolongado en el tiempo, de motivación y confianza. Pero estas dos características solo le funcionan al que lo expresa de forma natural, sin esfuerzo, si lo lleva incorporado dentro. Un pesimista ¿puede llegar a ser un buen líder humanista? Para ello debería cambiar su condición de pesimista. ¿Es posible dejar de ser pesimista y convertirse en optimista? De otra forma, el esfuerzo de un pesimista para transmitir el positivismo que requieren las situaciones más complicadas sería monumental, porque estaría luchando contra sus propios sentimientos, contra su carácter y probablemente no daría resultado porque uno no puede dar aquello que no tiene. Podría actuarlo, como un actor que interpreta un papel, pero ¿durante cuánto tiempo? Y, por otra parte, si lo actúa, es difícil que llegue a penetrar en los corazones.

    La intuición, el sentido común y el instinto son tres características esenciales en un líder humanista. Si bien a través de la experiencia de la vida podemos ir desarrollando estos tres factores, no podemos negar que todos llegamos a este mundo con estas capacidades en dosis muy distintas al margen de que posteriormente las podamos desarrollar a través de la experiencia, el conocimiento y el aprendizaje.

    Más allá de todas aquellas características y cualidades que podemos enumerar y que conformarían todo aquello que define al líder humanista, hay aspectos que se me antojan esenciales en la personalidad del líder y cuestiono si más allá de enumerarlos podemos adquirirlos. ¿No requeriría esto una notable transformación de nuestro carácter o de nuestra personalidad? Imagino que por esto existe la expresión “madera de líder” Algunos la llevan incorporada de fábrica y otros sencillamente no han venido a este mundo para liderar nada.

     El auténtico líder humanista transmite una energía especial que le hace brillar y que crea en los demás sentimientos positivos. Probablemente está dotado de muchas más neuronas espejo de las que tenemos la media de los humanos, las cuales hacen que tendamos a reproducir a nivel mental lo que hace la persona que tenemos delante de nosotros.

    Yo diría que un líder humanista es luz, desprende luz. Albert Einstein ya lo dijo: “Todo es energía y eso es todo lo que hay” A estas alturas ya sabemos que somos energía. Cada uno de nosotros transmite una energía vibratoria diferente. ¿Por qué hay personas que sin apenas conocerlas nos transmiten buen rollo y confianza, y otras que antes de que digan una sola palabra ya nos crean rechazo y desconfianza? No hablo de los prejuicios que podemos tener por su aspecto, modales o condición, eso es el exterior. Hablo de aquello más profundo que emana de algunas personas y que tiene que ver con su interior, es decir con su luz. Existen personas luminosas y personas opacas. Todos estamos condicionados por las asociaciones que de forma inconsciente se entrelazan en nuestros sentimientos, en nuestra manera de pensar, y en nuestro modo de vivir la vida. Ser conscientes de cómo influye cada uno de estos condicionantes en nuestra propia existencia no es tarea fácil, y sin embargo es fundamental para el autoconocimiento. Tener claro quién soy, dónde estoy y a dónde voy. Si no lo sé, será imposible iluminar el camino de nadie con acierto.

      “Para hacer sentir bien al otro he de sentirme bien yo conmigo mismo”. Intuyo que si esto no se da no es posible ser un buen líder humanista.

Solo a través del autoconocimiento profundo, podremos aprender a modificar creencias, predecir las emociones antes de que nos atrapen y tener control sobre los pensamientos. Es también a través del autoconocimiento cuándo podremos descubrir al ego, trabajarlo e incluso llegar a trascenderlo. Priorizar el dar sobre el obtener. Adquirir una visión profunda y de una extensa perspectiva. Valorar los escenarios en toda su magnitud, ver el conjunto de todo. Descubrir las conexiones que hacen de todo uno. Entender.

    Esta reflexión me lleva a pensar que tener “madera de líder”, humanista en este caso, es poseer una clara consciencia de sí mismo, una consciencia evolucionada y despierta, en definitiva, ser una persona espiritual o cultivada en la espiritualidad.

    Si la Inteligencia Artificial (AI), nos proporciona las herramientas para conseguir la máxima eficiencia, la resolución de problemas y la toma de decisiones, es nuestra responsabilidad urgente redefinir que significan hoy estos tres conceptos desde esta mirada humanista. Hoy la eficiencia como se ha entendido hasta ahora, aquella que surgió con la revolución industrial y el capitalismo sin control, está obsoleta, se ha demostrado que nos conduce a la destrucción porque no tiene en cuenta “efectos colaterales” que afectan a las personas y al entorno y se basa en la falsa idea de que los recursos del planeta son ilimitados. Si no cambiamos nuestra visión en este aspecto, estamos abocados a la extinción.

    Parece ser que todo apunta a un cambio de paradigma basado en volver a la esencia, la solidaridad y la conexión con la naturaleza. Esencia “ser”, solidaridad “dar en lugar de obtener” y conexión “somos uno” Podemos utilizar la potencia de la AI en el marco de estos valores, o hacerlo al servicio de los patrones clásicos basados en encumbrar la competencia y el individualismo y de la mal llamada eficiencia. Depende de la visión sobre el mundo que tenga el conductor, transitar un camino o el otro. Ahí es donde poner la AI en manos de líderes humanistas se me antoja no solo necesario sino urgente. ¿La tecnología al servicio de la espiritualidad?… Suena tan excitante como esperanzador. Ahí lo dejo.

Esta reflexión está en el libro: QUESTIONING HUMANISTIC LEADERSHIP. An open dialogue with Artificial Intelligence. en el que fui invitado a participar por su autor, Roque Andrade.

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David Ruiz David Ruiz

superfollower

Este relato forma parte de la entrevista realizada por https://entredesafios.es a david Ruiz

Tenía un seguidor en Instagram que de vez en cuando me escribía interesándose por algunos aspectos de mi viaje y me pedía detalles de los lugares por los que pasaba. Me comentó que se estaba planteando hacer un viaje similar.

Culminando casi la vuelta al mundo, yo estaba fondeado en el archipiélago de las Eólias, frente a Sicilia, ya en el Mediterráneo, tras cruzar el canal de Suez. Entonces me envió un whatsApp

“David he visto en el AIS, que Thor esta fondeado en Panarea. Estoy en mi velero navegando rumbo a Corfú y veo qué si me desvío un poco, hacia las dos de la madrugada, podría fondear a tu lado y así nos conocemos”


A la hora convenida, allí estaba yo, en la cubierta de Thor oteando la oscuridad con los prismáticos, en busca de alguna lucecita que delatara la posición de aquel velero que venía a mi encuentro. De pronto sucedió algo inédito. Por la banda de estribor, entrando desde el extremo oeste de la isla, se iluminó el horizonte. En un primer momento de desconcierto, no entendí muy bien que era aquello, empecé a pensar que se trataba de algo, que en ese momento describí como “la mismísima Catedral de Burgos navegando a 12 nudos en rumbo directo hacia mi posición”. No sé si habéis visto alguna vez como van iluminados los mástiles de los megayates por la noche, pero os aseguro que no exagero.
A medida que se acercaba, la teoría de la Catedral burgalesa fue perdiendo fuerza y resolví convencido que aquello no podía ser otra cosa que el Taj Mahal con todas sus luces encendidas, derrochando esplendor y acercándose a toda máquina, hacia mi humilde barquito.
Finalmente resultó ser el “Tenaz”, el formidable velero de 40 metros de mi apreciado súperfollower que cuando le estreché la mano minutos más tarde a bordo de su infinita nave, se presentó cordialmente con un “hola David, soy Emilio Cuatrecasas, encantado de conocerte. Efectivamente querido lector, el conocido abogado y empresario catalán resultó ser aquel instagramer que bajo seudónimo se comunicaba conmigo.

Tras aquel encuentro que celebramos con unos gin tonic charlando casi hasta el amanecer, meses más tarde, ya en Barcelona, en un nuevo whatsApp me decía:

“David, me consta que estás escribiendo un libro. Soy socio de Clara Pastor de Elba Editorial. Habla con ella, me ha comentado que le podría interesar publicarlo”


Y así, gracias a aquel encuentro en el mar y de la mano de esta gran editora, fue como vio la luz “irse.”

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David Ruiz David Ruiz

¿quién soy yo?

Todo empieza con una idea.

Leí una vez que en el momento que sueltas amarras dejas de ser quién crees ser y empiezas a ser quién realmente eres. ¿Y quién soy yo?

        Cuando navego en solitario en realidad no voy solo, voy conmigo. Así lo percibo. Tengo un diálogo interior conmigo mismo constante, como si fuéramos por lo menos dos. Hay uno dándole caña al otro, lo insulta cuando se equivoca y lo aplaude cuando acierta. Es una especie de capataz que ha cogido el mando sin permiso. Parece un individuo bien preparado que piensa en grande, alguien con las cosas claras que se reta constantemente y se crece en la dificultad. Sabe relativizar una situación cuando se pone fea y tira a menudo de ironía para lograrlo. Va un poco sobrado, todo hay que decirlo, no en vano lo reconozco como “ese chulito que llevo dentro” A veces se pasa tres pueblos y me ha metido en algún lío bastante serio, las cosas como sean. Un día hace ya muchos años, se dio cuenta que todo era posible y en ese mismo momento decidió no conformarse con nada y atreverse con todo. Desde entonces mi vida transcurre muy a menudo por un parque de atracciones de máximo riesgo.


        El otro es súper buen tío, muy aplicado, comprometido y trabajador, un currante, una hormiga obrera voluntariosa que intenta siempre esforzarse en hacer las cosas bien para salir airoso de las situaciones a las que lo ha llevado el primero, porque intuye que le conviene y normalmente superada la fase de terror le compensa. Sabe que sin él, su vida podría ser muy aburrida. No siempre consigue salir indemne de este proceso, tiene que lidiar con las infinitas dudas y las inseguridades que le asaltan sin compasión por los cuatro costados; sin embargo, su obstinada tozudez no contempla la rendición. Posee una gran sensibilidad y se emociona demasiado fácilmente para mi gusto; en el fondo es un sentimental. Es introvertido, aunque con los años ha aprendido a disimularlo bastante bien, incluso en ocasiones puede dar el pego y parecer el más extrovertido de la fiesta, pero en realidad a mi no me engaña, está actuando.


        Esto me lleva a pensar que como mínimo somos dos. Digo como mínimo, porque luego hay un tercer tipo en mi interior al que le intuyo una inteligencia fuera de lo común, y a ese todos lo tenemos, y ahora con esto no pretendo asustar a nadie, pero ese tipo está ahí escondido, en nuestro interior. No tiene que ver con el intelecto ni con el conocimiento que adquirimos, tiene que ver con la esencia, con el sentido común, con la lógica. Tiene que ver con la verdad. Parece despojado de hábitos, creencias y juicios. Quizás es más sabiduría que inteligencia lo que posee. Lo sentía ya en mi infancia, silencioso, pero siempre presente. Sin embargo, hay que rascar para encontrarlo, podemos estar ignorándolo toda la vida. Supongo que forma parte del juego, de tu evolución como persona, pero a medida que lo descubres se va asomando cada vez más y se inicia un diálogo que puede ser formidable. 


         Es un gran tipo, un genio, un mago que te da pistas y te resuelve cosas. Le preguntas y si estás alerta te responde. Te guía y te ayuda a tomar las decisiones correctas, lo hace muchas veces a través de eso que no somos capaces de explicar bien y que llamamos intuición. Me he dado cuenta que estaba esperando pacientemente a que yo le abriera la puerta. Hay que reconocerle una paciencia infinita puesto que son un montón de años los que lleva allí dentro, en un lugar que francamente muy cómodo no debe ser, sin que yo le hiciera el más mínimo caso.


         Así que ahora mismo no sé cuál de los tres soy yo; lo único que puedo decir es que empezamos a ser demasiados y temo que esto acabe convirtiéndose en el camarote de los hermanos Marx. Y es que a veces me los imagino a los tres tomándose una cerveza juntos en la barra de un bar despotricando sobre mí y entonces me doy cuenta que quizás ya somos cuatro porque si no, ya me dirás quién diablos es el que se imagina ahora a los otros tres.

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